A veces pensamos que si tuviéramos una varita mágica nos gustaría poder controlarlo todo, que las cosas fuesen como a nosotros nos gustaría, que las personas pensasen y reaccionasen como a nosotros esperábamos que lo hicieran, que todo fuese exactamente igual a como es en nuestra mente. Lo cierto es que no nos hemos parado a pensar en la realidad que eso implicaría, ¡menudo rollazo! ¡Nada nos sorprendería! En ocasiones no pensamos realmente en las cosas que llegamos a desear, en las consecuencias que tendría el que nuestro deseo se cumpliese.
¿Calma! Nada está controlado, y eso es justamente lo que hace que la vida pueda tener siempre sorpresas que mostrarnos, eso es lo que hace que tengamos ganas de vivir, de crear, de soñar, de ilusionarnos.
Tendemos a pretender tenerlo todo bajo control, pero, ¿os habéis planteado cuál es el fin que se pretende al ir tras esa meta? ¿os habéis planteado cuáles serían las consecuencias de ocurrir así?
Pretender controlar sólo hace que descontrolarlo todo aún más, cuidado con las metas inalcanzables que nos marcamos, sobre todo si además ni siquiera nos hemos planteado si son buenas o peores.