Todos en algún momento de nuestra vida hemos creído que no merecíamos pasar por lo que nos ocurría, que la vida no era justa, que todo era un desastre y en muchos casos, el tiempo nos ha hecho ver que aquello que nos ocurría era lo mejor que podía pasarnos.
Es común común en las consultas de psicólogos ver personas tristes porque les ha dejado la pareja, porque han perdido el trabajo o porque no han obtenido aquella oportunidad que esperaban ansiosos. Es común también que pasado el tiempo vuelvan a explicarte que se sienten liberados, que ahora tienen una pareja fantástica que les hace feliz, un trabajo ilusionante o una nueva oportunidad que les motiva. A menudo se ríen algo avergonzados en muchos casos al mirar atrás y recordarse en la mesa del psicólogo llorando por aquella época, sonríen porque la mayoría de ellos son conscientes de la verdad que incluían mis palabras cuando les decía que «todo pasa, todo cambia y todo llega».
La vida tiene de todo, etapas para todos los gustos, cuchillos y heridas pero hemos de amar cada una de esas etapas porque nos hacen ver que estamos vivos de verdad.
¿Es normal estar triste, llorar o sentir cierto desánimo en una etapa «negativa»? sin duda alguna lo es, pero también es cierto que podemos ayudarnos a nosotros mismos para vivirlas mejor, como dice Carlos G. Vallés, S. J. en uno de sus cuentos del libro “ligero de equipaje» es bueno que nos recordemos que a veces la mala suerte puede ser en realidad buena suerte. Como siempre hay que ser optimistas y confiar en nosotros y en nuestra vida, sólo así las cosas podrán cambiar de forma.
Éste cuento me ha fascinado, y ahora entre las frases que me digo a mi misma incluyo esa. Espero que os guste y que os resulte tan útil como me resultado a mi.
¡Feliz día!
Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos.
Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: « ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!»
Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Éste les respondió: « ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!»
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró aquello como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: « ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!»
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente perjudicial.
Si adoptamos la postura del anciano labrador, el rumbo que elijamos será mucho más fácil de seguir y viviremos mucho más felices.
Y si algo ocurre en tu rumbo y lo vives como un revés piensa: « ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!»