Dicen que: «emociones expresadas, emociones superadas«, si no soltamos lo que nos pesa, al final ese cúmulo se convierte en una carga que nos acompaña y que terminamos por no entender, no aceptar y por tanto no saber cómo enfrentar y resolver.
Si vamos añadiendo peso a nuestra mochila y nunca vamos liberando terminaremos encontrando dificultades para expresar, cada vez nos resultará más complejo: ¿por dónde podría empezar?, ¡nadie me va a entender!, ¿será que yo soy exagerado/a?, etc.
Ventilar siempre será una buena decisión, quedarnos con dolor en nuestro interior impedirá que logremos la ansiada y necesaria calma y nos hará más vulnerables al sufrimiento.

Hay veces, en las que necesitamos descargar todo lo que hemos retenido en nuestro interior, una paciente de la clínica decía que llorar es como darse una ducha, que limpia, y tenía y tiene toda la razón, a veces, ese llanto es el que nos libera, el que nos permite conectar con el dolor para hacer algo con él.
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¡Suelta! Ahora bien, no olvidemos tener en cuenta que cuando nos expresamos con mucha carga emocional, solemos hacerlo peor que cuando estamos más calmados. Piensa en cuándo es el mejor momento tanto para ti como para el receptor.

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