En cuanto a terapias concretas en el ámbito clínico, no existe prácticamente literatura para el desarrollo de la empatía. En la década de los noventa, Sweet y Johnson, dos psicoterapeutas desarrollaron un programa llamado «Entrenamiento en meditación para la mejora de la empatía». Existe mucha investigación de la meditación, hoy se la conoce más por Mindfulness, y se conocen muchos de los beneficios que se deriva de su práctica para desarrollar muchas capacidades mentales y físicas en las personas, entre algunas de ellas se encuentra la empatía. El Mindfulness nos enseña, (entre otras muchas cosas), a mantener la atención centrada en un objeto durante un tiempo. Consiste en estar centrado en el presente, con una actitud abierta, promoviendo la aceptación y la curiosidad. A grandes rasgos, los principios básicos del Mindfulness son: abandonar los prejuicios, estar abierto a la novedad y conocerse a uno mismo, y esos principios son esenciales para que tenga lugar la empatía.
También se ha estudiado la relación que existe entre la empatía y ciertas actitudes o habilidades como por ejemplo la asertividad, la aceptación por la diversidad y el respeto, y la tolerancia. En cuanto a la asertividad, su práctica implica una comunicación más directa, clara y empática, consiste en expresarse con honestidad y respeto, de forma directa, diciendo lo que queremos decir pero sin agredir a los demás, respetando sus opiniones y derechos y los nuestros al mismo tiempo.
La empatía puede desarrollarse desde la infancia, existen estudios que muestran que hablar con los niños de por qué unas conductas son adecuadas o no, y preguntarles cómo se habrían sentido ellos en determinada situación promueve la empatía.
Otra habilidad que nos ayuda a aumentar nuestro nivel de empatía es la práctica de la escucha activa, y es que no es lo mismo escuchar, que escuchar activamente. Para ser empáticos necesitamos conectar con quién nos habla, con lo que nos trata de comunicar, y eso sólo podemos hacerlo si lo escuchamos de verdad, alejados de nuestro diálogo interno, tratando de centrarnos en el mensaje del otro sin que intervengan otros filtros. Para ser empáticos, y para poder llevar a cabo una escucha activa necesitamos indudablemente liberarnos de los prejuicios, si no lo hacemos, de forma consciente o inconsciente le juzgaremos, y haciéndolo no podremos conectar con él.
Una cualidad que nos hace más empáticos para los otros y que nos invita a aumentar nuestras relaciones interpersonales es sonreír. Cuando vamos por la vida con una sonrisa en la cara, ese gesto nos hace más atrayentes y además predispone a los demás a que quieran compartir sus pensamientos y emociones con nosotros.
Para ser más empáticos también resulta útil fluir por la vida con una actitud de ánimo y apertura, ir contagiando ánimo, consuelo y comprensión a la hora de conversar con los demás nos hace resultar más agradables, y de paso nos anima a nosotros también.
La empatía puede desarrollarse desde la infancia, pero si no ha sido así, también puede aprenderse y ampliarse en la adultez, existen distintas formas de hacerlo, y resulta muy beneficioso tanto para uno mismo, como para las personas que nos rodean. La clave la encontramos en estar abiertos de mente, tener una actitud de apertura, entendiendo que existen otros puntos de vista, otros esquemas mentales, y otras formas de entender el mundo y las relaciones, escuchando lo que otros nos transmiten, sin dar por hecho que nuestro mapa mental es el único y el mejor, ¿quién puede asegurar que está en lo cierto?
Hay que entender la importancia que tiene saber valorar lo que otros pueden aportarnos, porque lo cierto es que de todo y de todos, podemos aprender, y resulta muy interesante que estemos predispuestos a ello.
Juzgar a los demás por una primera impresión es algo muy sencillo, todos podemos hacerlo, no se necesitan grandes aprendizajes, comparamos a las personas que vamos conociendo con las que tenemos registradas en nuestra mente por nuestra experiencia y sacamos juicios sobre ellas. Podemos hacer eso, sin duda, pero muy probablemente podamos equivocarnos por extraer un juicio rápido y sesgado.
Cuando nos hablan, a menudo interpretamos en base a nosotros mismos, hacerlo pensando en quién es el otro no es una tarea sencilla, soy consciente de ello, pero si no lo intentamos, en ningún caso estaremos siendo empáticos, sólo en los casos en los que la otra persona sea y piense y sienta exactamente como tú.
Para ser más empáticos, lo primero es escuchar al otro con la mente abierta, sin juzgar. Escuchar al otro de verdad, sólo prestando atención plena a lo que nos dice, a cómo nos lo dice y a qué hace, sin interrumpirle. Para ser empáticos deberemos mostrar interés real, genuino por lo que nos está transmitiendo, podemos incluso preguntarle cómo se siente y entenderemos quién es o en qué momento se encuentra. Deberemos ser pacientes y tolerantes, respetando las diferencias individuales. Una vez nos exponga su problema o preocupación no será necesario hacerle saber cuáles son nuestras conclusiones al respecto, de nuevo estaríamos hablando de nosotros mismos, (eso no es empatía), se trata de que simplemente le preguntemos si necesita algo de nosotros, si hay algo que pudiésemos hacer para que se sintiese mejor.