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El refuerzo intermitente, el ahora sí que te quiero y ahora no, el ahora te presto atención y te trato bien y ahora no, existe. Muchos lo han vivido en sus propias carnes y saben lo perturbador que puede llegar a ser.
Un día te hacen sentir super bien, pero al otro te ignoran, un sin sentido que como siempre, pretendemos entender y dar con el sentido.
Queremos que nos quieran de continuo, no a ratos, pero no todas las personas están dispuestas a ello, ni saben cómo hacerlo. La única persona que puede garantizarse el quererse más y mejor somos nosotros mismos. Valorarse es entender que si te van querer a ratos, mejor que no te quieran, eso ya lo hacemos nosotros. más no nos hace falta.
Cuidado con esos refuerzos intermitentes porque generan adicción, son tóxicos, nos invitan a rumiar, a la búsqueda incesante del por qué ocurre lo que ocurre y nos enseñan a esperar lo bueno, porque parece que la otra persona también sabe cómo generárnoslo, lo ha hecho, sabe hacerlo, ¿y si cambia?, ¿y si no cambia?
¡Cuidado!, de momento no parece que pretenda llevarlo a cabo, al menos hasta dónde has compartido no lo hace, así que acláralo y si no hay intención de cambio y un giro total de conducta posterior, valora si realmente lo que andas buscando es un amor a ratos, recuerda que el amor añade bienestar y calma….
En ocasiones no sabemos ni por qué permanecemos en un lugar concreto o al lado de una persona.
El tiempo pasa y uno simplemente está ahí, no se para a valorar los motivos que le invitan a ello.
De pronto, un día paras, reflexionas, valoras qué es lo que te invita a quedarte y por suerte descubres razones de peso que hacen que saques fuerza y energía dónde ya no la encontrabas. Gracias a ella te pones manos a la obra y haces que algo vuelva a resurgir y a ser motivante para ti.
En otros casos, esa reflexión nos descubre que los motivos por los que permanecemos no son «de gran peso», o no deberían serlo, me refiero a que descubrimos que estamos ahí por miedo al cambio, por dependencia, por miedo a la soledad, por vértigo, porque no confiamos en que seremos capaces de adaptarnos a otra cosa, o porque no tenemos muchas esperanzas en que algo bueno pueda aparecernos y sorprendernos. Esos casos en los que asumimos que «más vale malo conocido que bueno por conocer», (aunque en mi humilde opinión poco de cierto hay en ese refrán).
Por último, hay casos en los que uno descubre algo horrorizado que no tiene motivo para quedarse, que nada le invita a seguir ahí, al menos nada que sea importante para uno mismo. Cuando uno de pronto es consciente de que no hay razón para quedarse, entonces descubre, (con miedo o sin él, con tristeza o sin ella), que esa es la razón para despedirse, que esa es la razón para irse ya no sólo en alma, sino también en cuerpo.
Es difícil decir adiós o hasta pronto a las personas o lugares que han formado parte importante de nosotros, pero también es difícil vivir sin aceptar la realidad, sin querer cerrar etapas que ya han llegado a su fin.
En la vida, el «para qué» es vital, nos ayuda a dar sentido a las cosas que pasan a nuestro alrededor, el encontrar para qué estoy aquí, para qué comparto parte de mi tiempo contigo, para qué quiero hacerte entender otra realidad, para qué expresarte mis preocupaciones o necesidades, para qué arriesgar, para qué…
Cuando uno no encuentra ese para qué, es momento de plantearse cosas importantes.
La vida es nuestra, y es breve, tratar de encontrar el sentido de las cosas que nosotros hacemos existir en nuestra vida nos ayuda a lograr la calma, nos hace conscientes de nuestra responsabilidad con nosotros y con la vida.
El amor… tan ansiado por todos y a la vez tan temido.
Ayer le explicaba a una paciente que las emociones intensas, las desmesuradas, no son buenas ni cuando nos referimos a emociones «negativas» como la tristeza o el enfado, ni cuando hablamos de las «positivas» como la alegría o el amor. Ese descontrol de emoción nos lleva a tener conductas impulsivas, que en ambos casos, pueden ser nocivas para nuestro buen funcionamiento en la vida. Explicaba que por ejemplo una persona que se inunda de amor en cuatro días puede tomar decisiones precipitadas como casarse, tener un hijo o irse a vivir con ese/a completo/a desconocido/a, algunas de esas decisiones tienen «fácil» arreglo, pero otras como tener un hijo ya te atan de por vida. Éste es un ejemplo de cómo ese desbordamiento de emoción positiva puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas.
Si nos centramos en al amor, qué difícil es poner los pies en el suelo sin volar ningún día, todos los que saben lo que es estar enamorado entenderán esto que digo, ese éxtasis que parece que de pronto te forma en el que pierdes la noción del tiempo, del quién eres, del realismo y de la concentración. Ese éxtasis en el que de pronto no hay más vida que la otra persona, no hay más ganas que las de compartir y pensar en planes.
Sí, es cierto, el amor es un huracán que no deja a nadie ileso, en todos surge y genera cambios y alteraciones. En cualquier caso, al tener tanto poder hemos de tratar de vigilarle si no queremos que se apodere de nosotros nublándonos todo rastro de sentido común.
El amor se cocina con calma, igual que en la cocina o en tantos otros oficios. Hay platos que a simple vista parecen deliciosos, pero que luego les falta sustancia o algún punto de sal y nos decepcionan. Hay vinos con buenas etiquetas y buen color, pero que después están picados aunque no lo pudiésemos imaginar. Con las personas pasa lo mismo, al conocer a alguien hemos de darnos calma, a simple vista, (sobre todo si la persona lo que desea es agradarte), muy probablemente llame nuestra atención y nos guste, pero sólo con el tiempo podremos valorar si realmente nos encaja tanto como para elegirle y emprender un camino juntos lleno de amor y alguna que otra riña. 😉
Sólo con tiempo podremos ver todas las caras que definen a esa persona, y sólo entonces tendría sentido dejarse llevar por el amor. Sólo cuando de verdad entendiésemos que esa persona, al menos a día de hoy, (quizás luego cambie o bien lo hagamos nosotros), es fantástica con sus defectos y virtudes para nosotros, sólo cuando con datos pudiésemos valorar que nos vale la pena arriesgar, seamos sinceros, cuando dejamos que alguien entre en nuestra vida y en nuestro corazón, le damos cierto poder para alterar para bien o para mal nuestra calma, hay que elegir bien qué debilidad puede terminar con nosotros.
En consulta vemos a muchas personas que se han enamorado locamente en poco tiempo y que lo han hecho sin llegar a conocer quién es verdaderamente la persona que desean que comparta sus vidas, a menudo están muy tristes, desolados porque no entienden la reacción que ha tenido esa persona al decidir terminar la relación, ni tampoco el por qué lo ha hecho. Lo entiendo, de veras, cuando conocemos a alguien generamos expectativas de cómo creemos que es esa persona, y también de cómo nos gustaría que fuese, la mayoría de las veces esas expectativas las hemos construido en base a la cara que esa persona ha querido mostrarnos en los inicios, pero lo cierto es, que una persona no es sólo lo que muestra en una cara, tiene más, la decepción llega porque no queremos creer que esa persona que nos gustaba tanto y que nos parecía tan perfecta para nosotros no lo sea, nos negamos a ver la realidad, ya hemos decidido y ahora no queremos cambiar.
¿Por qué no cambiar cuando realmente vemos que no es para nosotros?
¿Por qué seguir queriendo estar con alguien que no nos valora lo suficiente, o que nada tiene que ver con nosotros más que lo que nos quería hacer creer que tenía?
La respuesta suele ser sencilla, hemos volado en vez de caminar, hemos construido castillos en el aire, nos hemos dejado llevar por esas primeras impresiones sin darnos tiempo para comprobar si realmente el plato es tan bueno como parece, sin probarlo hemos decidido que es el mejor que jamás hemos visto, nos hemos precipitado en la elección y en el juicio.
Si estáis de lleno en ese momento de conocer a alguien, hacerlo, sin duda, vivirlo y disfrutarlo, no lo penséis ni analicéis todo, ese es un error, pero daros tiempo para conocer, caminar con los pies tanto como sea posible en la tierra, deciros la verdad: «de momento me gusta y me apetece seguir conociéndole/a para valorar si es así de verdad», «de momento le gusto y le apetece seguir conociéndome para ver si realmente quiere elegirme o no».
Contemplar que ambos estáis en el mismo momento, decíroslo de vez en cuando por si finalmente no ocurre lo que esperabais ni deseabais, que os guste no quiere decir que terminéis eligiéndola/o, que le gustes no quiere decir que finalmente decida que quiere compartir su vida contigo.
Deseo que la vida os ponga a personas valiosos de frente, personas que además enseguida valoren que sois lo que andaban buscando, y que además sepan cuidarlo y cultivarlo, pero también deseo que si os pone a una que no os hará felices sepáis despedirla sin sentir que os falte el aire.
¡FELIZ FIN DE SEMANA!
Muchas veces los pacientes plantean en consulta cuestiones como: «Quizá debería aprender a ser menos entregad@, menos generos@, menos confiad@, etc.» ¿De veras? ¿Realmente la solución para evitar situaciones de malestar con otras personas pasa por dejar de ser uno mismo justamente en aquellas cosas que uno valora como valiosas?
Mi humilde opinión es que no, en absoluto.
No es fácil coincidir con alguien que comparta tu manera de crear, de entender y de mantener una relación, del tipo que sea. No lo es, pero en ningún caso por ello debemos perder la esperanza, ni tan solo llegar a pensar que el problema está justo en lo que nosotros sabemos cualidades propias.
Mantenemos distintas relaciones personales en nuestra vida, y éstas, dejan huellas en nosotros, unas las recordamos con mucho cariño y otras con menos, pero todas generan cambios en el quiénes somos, todas nos invitan a reflexionar acerca de nosotros mismos y acerca de qué es aquello que buscamos y/o pretendemos encontrar cuando dedicamos parte de nuestro tiempo a otras personas.
Esas reflexiones que nos hacemos durante o después de que alguien genere cambios en nosotros, a veces son más acertadas y a veces menos, en ocasiones ocurre lo que decía en el inicio de este post, nuestra forma de ser, con sus virtudes ha hecho que nuestra implicación en esa relación sea importante y si se da el caso de que la otra persona decide poner fin a ese vínculo, sufrimos, a raíz de eso, muchos se plantean que el problema está en ellos, que quizá deberían aprender a ser más «malos», más «fríos», más «máquinas», y no, lo cierto es que cada valora unas cualidades y por lo tanto las potencia en sí mismo, pero no todas las personas valoramos las mismas cosas por igual ni tampoco actuamos del mismo modo.
He planteado la situación de que alguien reflexione si debería cambiar, pero también ocurre esto mismo simplemente por compartir tiempo con alguien distinto y copiar inconscientemente sus pautas de conducta, a veces terminamos respondiendo de las misma forma que criticamos. Es por ello que es bueno de vez en cuando hacer un poquito de introspección, escucharse a uno mismo y valorar si se está o no contento con quiénes somos, si no es así, ya sabéis, a ponerse las pilas se ha dicho.
En el primer instante en el que empezamos una relación hemos de saber que puede que las cosas no salgan como nos gustaría ni como habíamos pensado, puede que tomen la dirección totalmente opuesta a nuestros deseos, ésto, implica que quizás podemos «sufrir», es una de las consecuencias inevitables de los vínculos con otras personas. Pero si alguien responde de un modo que tú detestas, que no compartes, que te ha hecho «sufrir» y que no le desearías a nadie, no tiene ningún sentido que valores aprender a parecerte a esa persona. Entiende y acepta que el ser humano es sorprendente, para bien y para mal, aprende bien y lo que valores en ti, refuérzalo pero jamás lo elimines.
Mireia es que le/la quiero tanto….
Ésta es una frase muy repetida en consulta, y yo me alegro cuando veo que es real, pero no cuando percibo que se trata de una dependencia a una relación tóxica. Aman a personas que constantemente les hacen sufrir, que les causan vivir arrastrad@s en su propio llanto, que no les atienden, que no les priorizan, que no les suman.
¿Cómo podemos querer tanto a personas que desde que aparecieron en nuestras vidas hicieron que perdiésemos el norte?
¿Cómo podemos querer tanto a personas a las que valoramos por encima de nuestra calma y nuestro bienestar?
El refuerzo intermitente, ese en el que hoy te quieren y mañana no, o el chantaje emocional y el menosprecio encubierto con frases como: «lo hago por tu bien», «yo sólo quiero lo mejor para ti»… mal enganchan, confunden y destruyen.
Los sentimientos a veces nos engañan, porque a veces esos sentimientos están basados en pensamientos irracionales que nosotros mismos estamos alimentando.
Del mismo modo que no podemos creer todo lo que pensamos porque los pensamientos sólo son eso, pensamientos, Tampoco podemos creer como ciertos todos los sentimientos que tenemos. a veces, nos sentimos de una determinada manera y lo vivimos completamente así, pero en realidad nada tiene que ver con la realidad. Por ejemplo, la persona que se siente sola aunque esté rodeada de gente, la persona que se cree enferma aunque no lo esté, la persona que se cree inferior a cualquiera aunque en verdad valga un imperio y hayan miles de motivos por los que justificar todo lo que vale.
Ocurre, en ocasiones sentimos algo como cierto y no lo es. Con el amor también ocurre, nos queremos poco cuando en realidad somos valiosos o queremos mucho a alguien que en realidad no es valiosos para nosotros, quizás sí para otros, pero no para nosotros.
Si por un momento detectas que ese es tu caso, que lo que te une a esa persona es tu sentimiento de amor pero que no encuentras los motivos que justifican ese amor, date la oportunidad de desengancharte de esa particular y nociva «relación de pareja», date tiempo para reconstruir tus pensamientos, para identificar los ciertos y los inciertos y verás como esos sentimientos aunque hoy los sientas como profundamente verdaderos no lo eran tanto.
Imagina cuánto puedes amar a la persona correcta, ahora date la oportunidad de amarla. Empieza amándote a ti, todo empieza por ahí.
Se dice que para que una pareja funcione hay que enamorarse muchas veces, siempre de la misma persona. Eso es precioso, algo a lo que muchos aspiran, lo que nos han dicho que debe ocurrir y que debe formar parte de nuestra vida, «debes encontrar una pareja con la que crear un futuro y compartir la vida». Insisto, es muy bonito, sí, pero no siempre ocurre, ni todos aspiran a ello, eso también hay que aceptarlo y respetarlo.
A veces ya no nos gusta la persona que nos acompaña en este viaje, independientemente de la cantidad de tiempo que hayamos caminado juntos, a veces, también ocurre que somos nosotros los que ya no despertamos en el otro esas sensaciones que le enamoraban.
La realidad actual es que muchas personas ya no se conforman, sí, es cierto que otras no es que no se conformen sino que al mínimo problema huyen como si aquí no hubiese pasado nada o como si nada se pudiese hacer para resolverlo, pero hoy en día, sabemos «algo más» de lo que debería implicar el tener una pareja, de lo que somos, de lo que buscamos en la vida y de lo que queremos o no sentir. Es por esto, que si de pronto nos encontramos con que la persona que comparte nuestra vida y nuestros sueños o nuestro valioso tiempo ya no nos enamora, somos más capaces de ponerle fin a la relación.
Hoy en día somos más conscientes de que nuestra vida no termina ahí, ni debe hacerlo y que nosotros podemos encargarnos de seguir con nuestro camino hasta que sintamos que estamos dónde verdaderamente queremos estar.
Hasta ahí todo bien, hemos renunciado a la idea de soportar cualquier cosa por estar en pareja, trabajamos en el encontrar y disfrutar de las virtudes de la soledad controlada y hacemos por garantizarnos lo mejor mientras estamos vivos. Pero a veces, una vez sientes que ya estás preparado para conocer personas y comienzas a hacerlo es cuando empieza el problema.
Nos encontramos con una población en la que hay muchísimos adultos separados, divorciados, solteros, con hijos, sin hijos, etc., y cada uno tiene su realidad, su historia, su manera de responder ante la vida y sus miedos, normal, sin duda, el kit de la cuestión está en cómo dar con la persona que encaje con nosotros.
Los que quieren conocer de nuevo a alguien y reencontrarse una vez más con lo bueno del amor de una pareja tropiezan a menudo con muchos obstáculos. Encuentran personas sinceras, personas que mienten, personas que dicen saber lo que quieren y lo que son y que a veces demuestran que nada tiene que ver con la realidad que te han contado. Conocer personas es fácil, congeniar con ellas es otro cantar, y sobre todo cuando uno ya sabe perfectamente qué quiere y que no quiere.
Muchos adultos parten ya de una creencia errónea: «no voy a encontrar a nadie, no voy a gustar a nadie, quién va a fijarse en mi teniendo hijos…». La realidad es que como dice mi madre e imagino que muchas madres del mundo «siempre hay un roto para un descosido», hay que tener paciencia, optimismo, calma y sobre todo amor hacia uno mismo, nada de tener fe ciega y nada de autoenengañarse convenciéndose de que esa persona es para nosotros si realmente vemos y sentimos que no lo es.
Es complicado a veces, sí, lo es, pero desde el pesimismo, la desconfianza o el miedo lo es más aún.
Sé quién tú eres, no cometas el error de querer convertirte en lo que crees que el otro espera de ti, valórate, no ruegues, no enfermes, sigue tu camino y dale tiempo al tiempo, llegará quien no tenga duda alguna del tesoro que escondes en tu interior, llegará quien se enamore de todas tus imperfecciones y quien como dice Luis Brea: «después de ver todos tus defectos aún crea que le gustas más». No te conformes con otra cosa, eso existe. No trates de hacer entrar en razón a alguien para que vea todo lo que hay en ti, si no lo ve, no quieras enseñárselo a fuego, eres «perfect@» para alguien.
Sabemos que mantener un amor no es tarea fácil, el día a día, la rutina, los problemas, el estrés, la falta de tiempo, etc., se convierten en obstáculos para cultivar el amor en una relación de pareja.
Eso es cierto, completamente cierto, pero también lo es el hecho de que nadie nos obliga a estar en una relación de pareja y que al iniciarla ya sabíamos que implicaría esfuerzos, por no decir que nos comprometimos a hacer que funcionase.
Estar en una relación de pareja por estar, simplemente dejando pasar los días sin más, sin sorpresas, ni intimidad, ni pasión termina convirtiéndose en un calvario para ambos y sin duda acaba con la relación siempre que ambos tengan la fuerza para hacerlo, o siempre que no sean conscientes de que necesitan activarse y hacer cambios para que la relación no termine.
La indiferencia llega en forma de falta de intimidad y falta de momentos compartidos, en forma de falta de cuidados, sorpresas, afecto, mimos, dedicación y tiempo de calidad. Como decía, es cierto que mucho tiempo a veces no encontramos en el día a día, pero hemos de ser conscientes de que el tiempo está en función de nuestras prioridades y que la relación de pareja debe ser una de ellas. Cuando empezamos a sentir indiferencia por la relación y/o por el otro, o lo paramos y hacemos algo o al final la desilusión nos embriagará, cuando uno pierde el sentido de mantener ese compromiso, la cosa empieza a estar muy mal, uno está en una relación porque entiende lo que le aporta y eso le llena y le hace sentirse feliz, cuando pierdes ese sentido empieza la montaña rusa a ir sólo hacia abajo, cada vez más en picado.
Vuelvo de nuevo a la falta de tiempo, sí, quizás no podemos encontrar tiempo a diario para hacer grandes planes, pero, ¿cuánto tiempo se necesita para decir te quiero? ¿o para preguntar qué tal te ha ido el día y escucharlo atentamente? ¿cuánto tiempo se necesita para dar algún beso, abrazo, caricia o mirada cómplice? ¿cuánto tiempo se necesita para poner una vela en la cena o abrir un vino aunque sea lunes? ¿Cuánto tiempo se necesita para dar algún pequeño detalle a la relación de pareja?
No nos engañemos, el amor inicial no lo puede todo, las relaciones de pareja que funcionan son aquellas que entienden que el amor como decía Erich Fromm es un arte y como tal, hay que practicarlo y perfeccionar la técnica para que el resultado siempre sea una gran obra.
Si hace tiempo te importó la persona que tienes al lado recuerda qué te enamoró de ella y piensa en cuántas de esas cosas aún siguen presentes hoy en ella. Si descubres que aún te importa, sentaros y hablar de la necesidad de cultivar de nuevo vuestra relación, plantearos cambios y no los pospongáis, el tiempo vuela, la oportunidad de mantener ese compromiso la tenéis en el ahora.
Si tienes una relación de pareja y sientes que empiezas a sentir indiferencia por la otra parte o tú mismo, detente, escucha esas señales, no dejes que la desilusión se apodere de ti, es normal pasar por etapas de mayor o menor amor hacia uno mismo, el otro y la relación, eso no siempre es sinónimo de que la cosa vaya mal.
El amor no lo puede todo, pero la suma de las ganas, la actitud y el amor pueden generar maravillosos cambios en tu vida.
¡Ánimo, a por ellos!
Y no sólo es importante el hecho de que traicionas su confianza, o el que la otra persona con la que seas infiel se convierta o no en la persona de tu vida, también hay que tener en cuenta que a tu pareja le dañas de más, es comprensible que el amor pueda acabarse en una relación de pareja, puede entenderse que uno ya no sienta que está dónde quiere estar, pero lo cierto es que podemos terminar con la relación de pareja sin hacerle sentir al otro que no nos importa el daño que podamos causarle, que no nos importa lo mal que se pueda sentir y el dolor que ese hecho puede conllevarle.
Hay personas que cuentan con niveles muy bajos de empatía, otras, en cambio, sí que saben qué es, pero en ciertos momentos deciden que no la quieren tener en cuenta, prefieren actuar de forma más impulsiva, sin valorar las dramáticas consecuencias que se derivan de las elecciones de sus actos.
Lo más curioso es que luego les pesa la culpa, y es normal, porque sabían qué estaban haciendo y que nada bueno saldría de ahí y aún así, decidieron no pensar más allá, decidieron dejarse llevar.
A menudo, luego vuelven rogando perdón, no saben qué hacer con tantos sentimientos negativos, pero suele ser tarde, no han valorado a quién tenían al lado, ni la historia compartida ni la que les quedaba por compartir, a veces sí que realmente la historia había acabado, pero en otros casos uno mismo precipita su fin con sus decisiones.
La vida les acaba de dar una lección, lo novedoso atrae, sin duda, pero uno puede dar novedad a lo que ya tiene y entender qué los vínculos que se generan con el tiempo en una relación de pareja larga, nos reportan otras sensaciones que también hay que saber apreciar y agradecer.
La vida les está enseñando que no hace falta perder a alguien para valorar lo que realmente tenías al lado, y que la empatía hay que escucharla porque cuando no lo haces, ignoras tu parte humana.
Con este post no quiero «machacar» a todas las personas que han sido infieles en sus relaciones de pareja, sus motivos tendrían, o sus herramientas que les llevaron a tomar esa decisión, al fin y al cabo, el ser humano se equivoca, hay que aceptarlo y vivir con ello, ahora bien, es interesante reflexionar sobre nuestras acciones pasadas para aprender de ellas y tratar de no repetir los mismos errores. Además, este post puede ser «algo útil» para aquellos que en algún momento han pensado que no pasaría nada si se dejasen llevar.
Hay relaciones de pareja en las que tener encuentros íntimos con otra persona fuera de la relación está permitido, en esos casos, no hablaríamos de engaño ni tampoco de infidelidad, y es completamente respetable, cada uno decide las normas que quiere que imperen en su vida y en sus relaciones de pareja, pero cuando la infidelidad no entra dentro de los principios establecidos en tu relación, si la permites, tendrás que pensar que quizás las consecuencias de tu decisión pasen por finalizar tu relación y quizás durante un tiempo, o incluso siempre más, tengas que soportar el desprecio o la indiferencia de la persona que te quería y compartía contigo la vida.
Sin duda también hay parejas que lo perdonan, que deciden pasar por alto la infidelidad y que la superan, y que siguen adelante con la relación aprendiendo de lo que pasó, es otra opción, y también es respetable y admirable.
Hay casos en los que al que le fueron infiel, perdona al otro, muy sabiamente entiende que bastante tiene con recuperarse del dolor, del duelo y de la decepción como para además vivir con el odio y el rencor dentro. Le perdona, pero ya no le admira, ya no le ve como el mejor compañero de viaje y por lo tanto no quiere seguir estando donde estaba, quiere cambiar, aunque le pese, aunque sea duro y aunque implique mucha incertidumbre.
Ánimo para todas aquellas personas que no esperaban que las engañases, todo pasa, sin duda siempre pasa, la calma vuelve, tarde o temprano llega a nuestra de vida de nuevo. Y el amor, sigue teniendo sentido, y no todas las personas con las que te cruzarás volverán a hacerte sentir así, muchas apreciaran quién eres y no querrán jugar a perderte.
Deja que el tiempo pase, que tus sentimientos se asienten y que la ilusión de nuevo se apodere de ti. No tengas prisa, todo llega, lo bueno siempre llega a las personas buenas.
La confianza, por definición, no exige garantías.
Son muchos los casos de personas que acuden a la consulta de psicología para llevar a cabo una terapia de pareja. En muchos de estos casos, las personas acuden quejándose de problemas de celos y desconfianza.
Es común que uno de los miembros de la pareja le diga al psicólogo: ¿verdad que si yo desconfío tiene que contármelo todo? ¿verdad que tiene que enseñarme el móvil? ¿verdad que para poder tener confianza tengo que saberlo todo de él/ella?
¿Qué creéis? ¿es necesario saberlo todo de nuestra pareja para tener confianza en él/ella o no?
La realidad es que la confianza entre los miembros de la pareja es esencial para el buen funcionamiento de ésta, para que la relación fluya y para que ambos miembros se sientan libres en su día a día. La confianza es la base de una relación estable, y puede eliminar muchos de los conflictos comunes entre las parejas.
La confianza es la idea y la sensación que tenemos del otro, lo que interpretamos al verle/a o pensar en él/ella. En ocasiones la falta de confianza se debe realmente a las mentiras reiteradas de uno de los miembros de la pareja, pero en otros casos, los celos o las inseguridades no están basados en la conducta de la pareja sino en los propios miedos de quien los sufre.
Todo y que en ocasiones es cierto que la conducta de uno de los miembros de la pareja puede hacer que nuestra confianza se tambalee o que directamente sintamos que la hemos perdido por completo, a menudo, la falta de confianza puede depender más bien de la falta de seguridad en uno mismo, de la propia autoestima o de la escasa tolerancia que se tiene en cuanto al pensamiento o al hecho de que nuestra pareja puede abandonarnos o engañarnos con otra persona, (pensamiento, que aunque nos duela, podría llegar a ser cierto). En cualquiera de los casos, la pérdida de confianza puede convertirse en el motivo principal de ruptura de la relación.
Swami Prajnanpad dice que una de las condiciones necesarias para que una pareja funcione es: tener fe y confianza plena en el otro. Que no sea necesario temer, desconfiar o protegerse para poder reencontrar un corazón inocente. La confianza es la certeza de que nuestra pareja quiere nuestro bienestar y que no tiene intención de herirnos, la confianza plena no significa confianza ciega, hay que tener en cuenta que aunque nuestra pareja no quiera dañarnos, quizás pueda hacerlo, al igual que nosotros podemos dañarle. Hay que aceptar la realidad, con su parte dolorosa y su parte bonita, aceptarla entendiendo que aunque nos doliese si nos dañase, siempre terminaríamos reponiéndonos de esa experiencia.
Joan Garriga dice que hay que preocuparse más por ser una buena pareja que por tener una buena pareja, encontrar una buena pareja es poner la solución al problema fuera de uno mismo. En cambio al preocuparse por aprender a ser una buena pareja uno está ocupándose de tener una buena relación. Cuando nos preocupamos porque no nos engañen o no nos abandonen, empezamos a obsesionarnos cada vez más, en ocasiones, al principio la idea de que nuestra pareja podría engañarnos o abandonarnos era sólo un pensamiento negativo, pero con los días cada vez lo creemos más cierto, más probable, y además comenzamos a sentirlo como una obsesión que nos acompaña a todas horas.
Para generar mayor confianza en la pareja pueden resultar útiles algunos de esos consejos:
- Si sientes que tus miedos no están justificados por la conducta de tu pareja, trata de discutirte los pensamientos negativos o acude a un profesional de la psicología para que te ayude a gestionarlos.
- Céntrate en el momento presente tanto como te sea posible, intenta alejarte de los pensamientos y emociones de lo que fue, lo que ya no es, lo que te gustaría que fuese o lo que no te gustaría que pasase. Vive el momento presente tanto como puedas y agradece lo bueno que en él encuentres.
- Muy de vez en cuando puedes hacer balance de cómo va la relación de pareja para ver qué aspectos funcionan bien, y ver si hay algo que se pueda hacer para mejorar los otros en los que se puede mejorar.
- Observa y agradece lo bueno de tu pareja y de la relación, la desconfianza a menudo está relacionada con el hecho de colocar nuestro foco atencional en lo negativo.
- Piensa en todo lo que habéis superado juntos como pareja, y en por qué no podríais resolver el problema actual.
- En la medida en que puedas, toma decisiones y mantente firme, ten las cosas claras, las relaciones de pareja que conviven con las medias tintas y las dudas constantes suelen tener mayores niveles de desconfianza.
- Si tienes pensamientos negativos como dudas de lo que podría estar pasando, o lo que podría pasar, intenta discutírtelo tú mismo, si es posible no resuelvas tus dudas infundadas al instante gracias a la respuesta de tu pareja, es mejor que intentes retrasar el decir el pensamiento, que pruebas a desmentirlo por ti mismo. Es bueno tener libertad para expresar lo que pensamos o sentimos con nuestra pareja, es más, debe fomentarse esa comunicación fluida, pero en la medida de lo posible, antes de confirmar si tus pensamientos son o no ciertos con él/ella intenta trabajar con ellos por tu cuenta. Recuerda que los pensamientos sólo son pensamientos, no tienen porque ser verdad.
- Exprésale amor y gratitud a tu pareja, hazle saber lo que te gusta de él/ella, dile lo bueno que hace, dice o te hace sentir, aquellas cosas que le caracterizan y por las cuales sientes admiración.
- Si sientes que hay algo que no le perdonas a tu pareja trabaja en el perdón. Piensa en que lo que le perdonas a los demás te lo perdonas a ti mismo, es un acto de fe hacia uno mismo más que hacia el otro.
- Evita las mentiras, incluso las pequeñas e insignificantes, son las mayores generadoras de desconfianza. No mientas ni siquiera con el fin de no preocupar porque si te descubren siempre será fuente de conflicto y el inicio de las dudas y las inseguridades.
- Háblale a tu pareja de ti, de quién eres, qué te gusta y qué no, etc. Crea un clima de confianza en el que ambos conocéis al otro.
- No revises el teléfono de tu pareja, eso sólo alimentará tus dudas y tus obsesiones.
- Evita controlar a tu pareja observando cuando está o no en línea en el whatsupp y las horas de última conexión, es más, es recomendable eliminar la opción de la última conexión.
- No acuses a tu pareja, si tienes dudas pregunta, pero intenta no acusarle en base a tus pensamientos negativos, puede que te estés equivocando.
- Pon en práctica la empatía, entiende a tu pareja y a ti mismo/a, tu pareja no eres tú, no tiene por qué comportarse como desearías, acéptalo.
- Implicaros en hacer que la relación de pareja funcione, no hay mayor prueba de confianza que ver que ambos quieren que la relación funcione.