Madurar es responsabilizarse del propio bienestar. Es entender que quererse bien es tomar la decisión de alejarse de todo aquello que nos hace sentirnos mal con la realidad o con nosotros mismos. Es asumir que esa decisión de cuidarse y de valorarse es nuestra, que nadie puede tomarla por nosotros, que o lo llevamos a cabo o nuestra realidad sólo hará que empeorar. Aunque le/la queramos, aunque nos atraiga, aunque tengamos miedo a la soledad, aunque lo que vamos conociendo sea peor que lo que tenemos, da igual, si no es para nosotros no lo es, si no nos aporta calma no tiene sentido que nos conformemos, si no nos da más bienestar no vale la pena seguir ahí, es momento de tomar decisiones responsables, adultas, maduras.
Hay que trabajar la autoestima, hay que empoderarse, darse cuenta de la valía personal y a partir de entonces entender la verdad de la vida, que no cualquier compañía vale, que la soledad no es peor que una mala compañía, que quererse implica alejarse de todo aquello que nos resta. Madurar es elegir, elegir bien, y sobre todo priorizarse por encima de cualquier miedo. El miedo a la soledad no puede ser mayor que el miedo a perderse a uno mismo. Elegir bien es cuidarse, es señal de salud personal, es consecuencia de una autoestima trabajada. Quieres quererte pero al mismo tiempo sigues al lado de alguien que no te hace saber lo que vales, a quién no admiras, eso es un poco incompatible. Si verdaderamente quieres estar bien contigo mismo empieza a elegir a quién le regalas tu tiempo. No cualquiera merece ese privilegio.