Para sanar una herida, hay que dejar de tocarla

Para sanar una herida, hay que dejar de tocarla. Así es, ¿no?

Resulta complejo, todos sabemos que cuando algo nos hace daño, dejar de pensar en ello no es tarea fácil.

Somos conscientes de que para poder salir del bucle en el que estamos inmersos, necesitamos incluir otros pensamientos, hacer otras cosas, salir, activarse, sentirnos mejor al fin y al cabo, pero… ¡RESULTA TAN COMPLICADO!

Los pacientes dicen: la teoría me la sé, pero…

Sí, para poder sanar una herida, hay que dejar de tocarla, necesariamente.

Made with Square InstaPic¿Cómo empezamos a hacer eso? Aceptando la realidad, nos guste más o menos, la realidad es que es esa, no es otra. Aceptarla siendo realistas, no negativos, sino realistas, sinceros, ¿te duele? Sí, ¿Pero… es grave? No, ¡Ah!, ¿entonces sólo necesitas tiempo, no?, sí, supongo que si…

Si tenemos la clave para poder curarla, ¿por qué la infectamos? no tiene mucho sentido, ¿no?

Lo hacemos porque no es fácil, lo sé, (los psicólogos también vivimos experiencias que no son de nuestro agrado, ¿creíais que no?, pues sí, no estamos exentos de ellas).

Sabemos que en ocasiones pedimos cosas que resultan complicadas, pero, sabemos porque las pedimos, sabemos que son útiles, sabemos que curan, y nos encanta curar. Esa es nuestra devoción.

Para sentirse bien, uno tiene que tener la percepción y/o la convicción de que se quiere, se cuida, o por lo menos lo intenta, pero si tenemos una herida y la solución para ella, y no la empleamos, ¿creéis que sentimos que nos estamos cuidando bien?, la verdad es que no.

Aceptar una herida, implica muchas cosas, quizás perdonar a otro, o a nosotros mismos, aceptar que nuestros deseos no van a ocurrir, aceptar un final, llorar, enfadarse, despedirse, etc. No es fácil, lo sé, pero… y seguir tocándola, ¿lo es? no.

No podemos escapar de las desgracias, de las tragedias, de las heridas o de las malas experiencias, forman parte de la vida, pero lo cierto, es que las alegrías, el amor, las personas, las aventuras, los sueños, las ilusiones o los planes, también forman parte de la vida. Cuando algo nos duele, no somos conscientes de esas cosas, además es como que no queremos ni verlas, ni creer en ellas, pero están, la vida también las contiene, y aunque tengas una herida, tienes motivos para levantarte, para agradecer, para reilusionarte y para seguir fluyendo.

Toca las heridas que tengas, no las ignores, si no tampoco las estarás curando, dales tiempo, dátelo a ti también, todo pasa, SIEMPRE, pero no solo las toques a ellas, toca también otras cosas, observa otras fuentes, las partes sanas, seguro que las tienes, búscalas.

Si lo que quieres es que tu herida se cure, permíteselo, deja de tocarla y de infectarla, no la hagas más grande, airéala, sal a la calle, pide consejo, o trata de olvidarte de ella algunos momentos. Cambia tu foco de atención, préstaselo a otras cosas.

Mira al futuro con curiosidad, convéncete de que te curarás, de que en la actualidad, hay cosas en tu vida que son más importantes que esa herida, recuérdate que aparecerán de nuevo más aventuras maravillosas, se justo, no sólo observes el dolor, te  mientes cuando haces eso, se menos duro contigo mismo y con tu experiencia.

Necesitamos aprender que la vida no es un mar en calma, en ocasiones aparece el oleaje, y tenemos remos, no han desaparecido, podemos mantenernos a flote hasta que vuelva la calma, podemos y debemos, así que:  ¡adelante!

La mejor mercromina para las heridas del alma, es una autoestima sana, es encontrar el sentido de las experiencias que vivimos, es darse cuenta de que aunque acumulemos muchas, el sentido de la vida sigue siendo vivirla y que nosotros nos garanticemos vivirla bien.

¡Ánimo!

 

 

 

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