Sigo con Virgile Stanislas y su libro “No hay problemas, hay soluciones”, en este caso voy a hablar de cómo construimos problemas o cómo los interpretamos las personas.

Lo cierto es que como ella dice, los problemas no son como gotas de lluvia (o como el granizo) que nos caen encima, los problemas requieren de nuestra participación en su creación, desarrollo y consolidación. A menudo, sólo cuando el problema nos resulta insoportable hacemos algo con él, eso suele verse bastante en consulta, las personas acuden más porque un problema ha estallado o está a punto de estallar que porque empiezan a detectar un problema y les gustaría que no estallase. A esa manera común de responder los psicólogos le llamamos reactividad, que consiste en dejarse llevar sin contemplar las consecuencias de nuestras elecciones y responder y buscar soluciones sólo cuando ya tenemos el problema encima, ésta forma de reaccionar nada tiene que ver con la proactividad, en la cual las personas, para que las situaciones no deriven en problemas, se anticipan y tratan de lograr que las situaciones que se les plantean terminen bien, o lo mejor posible, (si veo venir un problema, trato de evitar que aparezca).
El problema de responder de forma reactiva, es que como bien todos sabemos, cuando nos ha estallado un problema, (o varios), nuestra comprensión de éstos se ve enormemente perjudicada, es como si tratásemos de pensar con migraña, o como si quisiéramos encontrar una aguja con unas gafas sucias y empañadas, no estamos en la mejor de las condiciones para garantizar la solución. Ahora bien, como el problema sigue estando ahí, y nosotros seguimos necesitando una solución para él, nos apresuramos a buscar soluciones, (ya, urgente, la que sea, “lo necesito”), y a menudo suelen ser ineficaces.
Al no resultarnos útiles, al ver que el problema no se resuelve y al sentir cada vez mayor malestar, nuestra reacción suele ser la de aplicar las mismas soluciones elegidas pero esta vez con mayor insistencia, o bien nos rendimos dejando paso a la indefensión y de nuevo al papel de víctima, (por favor, que alguien venga a resolverme esto).

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Suele pasar, (todo y que pueda resultar muy sorprendente), que lo que no se nos pasa por la cabeza es plantearnos otras soluciones, o bien cuestionarnos si realmente hemos comprendido el problema y por lo tanto cuáles podrían ser las soluciones adecuadas.
Lo cierto es, que a veces, una de las cosas más difíciles es comprender bien el problema, y todo y la complejidad que puede implicar esa comprensión, resulta necesaria para poder actuar de forma adecuada. A veces vemos problemas donde no los hay, o creemos que el problema es uno cuando en realidad es otro, y esos detalles marcarán la diferencia.
La comprensión del problema en ocasiones resulta compleja porque entrama muchos factores, otras personas, sentimientos, pensamientos, cansancio y nuestros propios “mapas mentales”.
En cuanto a los mapas mentales, muy importantes en este punto, los nuestros, los vamos construyendo desde la infancia, y el problema es, que como en los mapas de carreteras, a veces habrá que actualizarlos para que nos resulten útiles, si no los vamos revisando y actualizando, no nos conducen por el buen camino. Cada uno tiene sus propios mapas, (que por suerte pueden ir cambiando en función de nuestras experiencias), de ellos percibimos y entendemos el mundo, las relaciones y nuestra propia historia.
Así, construimos una representación de lo que percibimos de la realidad en base a nuestras creencias, valores, esquemas cognitivos y el sentido que le damos a la vida, a través de nuestras experiencias. Como bien dice Alfred Korzybski: “el mapa no es el territorio”, nuestra representación interna del mundo es distinta de la realidad.
En el primer post que escribí de referencia al libro de Virgile Stanislas decía que buscar la causa del problema no nos ayudaba a resolverlo, rumiar como todos sabemos, no es bueno, no nos ayuda ni a sentirnos mejor ni a movilizarnos, pero darnos un momento para plantearnos si realmente existe o no un problema, o bien si lo hemos construido nosotros mismos por la influencia de nuestros mapas, sí que resulta interesante y útil.

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