Preocuparse es anticipar problemas o situaciones negativas que tal vez ni lleguen a ocurrir. También incluye construir relatos del pasado con formas distintas a las que son en realidad o que jamás sabremos.
¿Para qué nos sirve esa conducta?
Es evidente que todos tenemos preocupaciones, las hemos tenido y las seguiremos teniendo. No voy a hacer un llamamiento al no preocuparse por nada, sin duda no es ese mi objetivo. Lo único que pretendo es que nos planteemos si nuestras preocupaciones tienen que ver con la realidad o con nuestra imaginación. Que tengamos en cuenta si esa preocupación hace referencia a un problema nuestro y/o a un problema que podemos atender. Si la respuesta es negativa, si no hay nada que podamos hacer, entonces ¿para qué estamos invirtiendo nuestro tiempo y energía en eso?
Hay bastantes cosas interesantes y productivas en las que poder invertir nuestro tiempo, ¿no?
Como dicen: Si tiene solución ¿para qué te preocupas, y si no la tiene, ¿para qué te preocupas?
Lo que está claro es que si podemos hacer algo para resolver el problema preocupándonos estamos perdiendo el tiempo y si no podemos hacer nada, lo mismo.
A los problemas reales cuanto antes les demos solución mejor, y los que no existen, no los creemos nosotros mismos que la vida ya nos va poniendo bastantes trabas en el camino.
Tenemos entendido que preocuparnos es bueno para resolver problemas, pero no es así, si tendemos a preocuparnos por todo terminaremos preocupándonos por estar siempre preocupados y cada vez nos costará más salir de ese círculo vicioso, que no digo con esto que eso no tenga solución, para nada, también la tiene.
Ya sabéis, «Mientras no sea muerte, ¡estamos de suerte!».
A veces las personas se preocupan de más básicamente porque no llegan a detectar cuál es el problema real. Detente un momento y piensa:
¿Cuál es el problema? ¿Existe realmente? ¿Puedo hacer algo con él?
A partir de ahí empieza a buscar soluciones, y si no las encuentras pide ayuda, las hay, ¡seguro!