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A veces nos cuesta verlo, nos cuesta confiar en ello y creerlo. Lo sé, cuando los sentimientos son muy potentes llegan a convencernos de que nuestro caso no será así, de que no podremos, de que no habrá fin.
Pero el fin siempre llega, y con él nuevos comienzos.
Has salido de todas, ésta será una más, sí, ahora duele, ahora cuesta ver más allá del túnel pero hay luz y la encontrarás.
Confía en ti y en todas tus herramientas ¡las tienes!, confía en la vida, confía en el tiempo, confía en el «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!». Hace tiempo hice un artículo que hablaba de ello, soy una creyente total de que en la vida al final el cambio siempre es una oportunidad, de que en la vida el tiempo siempre nos acaba demostrando que en ese momento quería que aprendiésemos algo. Os adjunto el enlace por si queréis echarle un ojo. http://queraltcentrosanitario.com/mala-suerte-buena-suerte…/
Se dice que una persona no sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es la única opción que le queda. Lo eres, sin duda seguro que lo eres más de lo que crees. Además, la adversidad tiene el don de despertar talentos en las personas que en la comodidad hubieran permanecido dormidos, así que este momento que ahora estás viviendo no va hacer nada más que presionarte para que saques todo lo que te define pero que quizás aún ni siquiera conoces o que ya tenías olvidado.
Detente un momento, piensa en la adversidad que estás viviendo y en qué puedes hacer para empezar a manejarla. Sé que sientes angustia, bloqueo, miedo, tristeza, apatía, muchas cosas y la mayoría desagradables, pero a menudo, cuando uno se siente así no es capaz de ver más allá de los obstáculos del momento y sí, hay más, y es justo a eso a lo que necesitas agarrarte para poder empezar a cambiar el rumbo de tu situación.
Ahora todo te parece y te cuesta un mundo, también lo sé, pero no caigas en esa trampa, no te dejes llevar sólo `por lo que ahora sientes, intenta mirar un poco más allá, invitarte a hacer cosas por tu propio bienestar, con más o menos ganas necesitas empezar a salir del lugar que te aleja por completo de la calma.
Como siempre recuerda: «Todo pasa, todo llega y todo cambia», TODO.
¡Ánimo!
Muchas veces tememos, nos da miedo tomar decisiones importantes.
Nos cuesta decidir cuando estamos ante una situación en la que vemos que hagamos lo que hagamos perderemos cosas valiosas para nosotros.
Hay muchas situaciones en la vida en las que nos ocurre esto, no nos sentimos bien, sabemos que hemos de tomar una decisión para salir de ese estado, pero…. ¿y si me equivoco? ¿y si me arrepiento? ¿y si sufro? ¿y si no lo supero?… Empezamos a pensar en todo lo malo que nos ocurrirá o que podremos perder y el miedo nos paraliza, como conclusión no movemos ficha y seguimos en un lugar en el que no nos sentimos bien con nosotros ni con nuestra vida.
Es evidente que cuando nos cuesta tomar una decisión es porque algo perderemos, si solo fueran ganancias no habría problema, ni miedo, pero hay que ir un poco más allá de las pérdidas inmediatas, necesitamos no solo centrarnos en lo que nos pasará justo después de tomar la decisión, sino también en el largo plazo, centrarnos en los cambios que experimentaremos pasado un tiempo desde la decisión tomada. En lo que ganaremos a la larga.
El cambio forma parte de la vida, es más, la vida es un cambio constante, podemos renunciar a experimentar algunos de estos cambios pero el precio a pagar es alto, renunciamos a deseos, a metas, a vivencias, a mejoras, renunciamos a vivir.
Si le temes a algo que sientes que precisas hacer plantéate cuántas cosas te estarás permitiendo una vez lo lleves a cabo, piensa en personas que hayan pasado por una situación similar y en cómo arriesgar les ha cambiado sus vidas. Piensa que en el pasado has tenido miedos a los que te has enfrentado y como al final pasaron simplemente a formar parte de tus vivencias. Todo pasa, todo cambia y todo llega, la serenidad vuelve siempre si nos la permitimos, pero el precio a pagar para obtenerla casi siempre implica arriesgar y vivir momentos de crisis, concédete la oportunidad de lograr tu calma, confía en ti y en el tiempo.
Hay muchas personas que sin pensarlo dicen sí, que sin tener en cuenta lo que eso implicará se comprometen.
Es cierto que las promesas siempre se tienen que entender en función del momento que estamos viviendo, quiero decir, puedo comprometerme a amar a alguien y a compartir mi vida con él/ella, pero es evidente que esa promesa va unida a la realidad que se vive en ese momento, si pasado el tiempo la realidad cambia, hay que poder entender que la persona pueda cambiar de opinión con respecto a la promesa que hace tiempo hizo. Si por ejemplo decido emprender debo comprometerme con todo lo que esa decisión implique, debo colaborar en todo lo que esté en mi mano para hacer que mi propósito tenga sentido, ahora bien, si pasado el tiempo mi deseo no marcha quizás mi promesa de invertir toda mi energía en ese proyecto quizás deje de tener sentido y sea necesario aceptar que a día de hoy quizás es bueno que empiece a invertir mi energía en otro lugar.
Evidentemente que ahora queramos algo y que nos compense no implica que eso vaya a ser así toda la vida, puede que cambiemos y que con el tiempo también cambien nuestros intereses o la realidad que vivimos ya no sea en absoluto similar a la que nos hizo comprometernos.
En cualquier caso, independientemente de que podamos cambiar de opinión por motivos diversos, también es cierto que para comprometernos con algo o alguien es bueno que primero nos planteemos todo lo que va a implicar esa promesa, que pensemos en si realmente aceptamos todo lo que conlleva y si estamos dispuestos a cuidarlo. A la hora de decir sí, no todo es afirmar en un primer momento, también implica seguir cuidando la realidad para que la promesa pueda seguir teniendo sentido. Dicen que antes de sembrar la semilla debemos pensar en si podremos regar la flor, me encanta esa frase porque desde mi punto de vista es una gran verdad, hay muchas personas que enseguida se animan a plantar semillas pero que no se plantean que para que crezca una flor esa acción inicial requerirá de muchos cuidados y mucha atención por su parte. Muchas personas piensan que con tomar la decisión de plantar la semilla y con plantarla ya es suficiente, y no es así, no lo es en absoluto. Tomar una decisión conlleva comprometerse con esa decisión, responsabilizarse de ella y tratar de garantizar al máximo que progrese. Antes de decir sí hay que plantearse si verdaderamente estamos dispuestos a invertir todo el esfuerzo que precisará hacer que la decisión tomada pueda mantenerse en el tiempo.
No es bueno ni que juguemos con los sentimientos de las personas ni con los nuestros.
El deseo de ser curado es una parte clave, necesaria, imprescindible para poder curarse.
Muchas personas van al psicólogo pensando que tenemos pociones mágicas, frases clave que les cambiarán la vida, consejos que les ahorrarán el dolor o el miedo. Lo lamento, pero aclaro públicamente que no es así, no somos magos, somos personas que damos herramientas para que las personas aprendan a vivir con mayor serenidad, eso no implica evitarles miedo ni tristeza. Yo soy psicóloga y a veces también tengo emociones «negativas», quizás lo único es que las acepto, las normalizo o incluso las quiero tener. Llorar, perder o tener miedo es el precio de amar, confiar, arriesgar y permitirse cambios, y como todo eso lo quiero en mi vida entiendo de antemano que las emociones «negativas» también tendrán a veces sus espacios en mi experiencia vital. Me niego a no experimentar cosas por ahorrarme lo malo, para nada, al fin y al cabo sé que todo pasa, bueno o malo, así que sin miedo lo acepto.
Retomo, para poder volver a la calma uno/a tiene que colaborar, para poder cambiar uno/a debe querer ese cambio, el cambio siempre es algo que se crea desde dentro, si uno/a mismo/a no se lo permite no habrá psicólogo/a en el mundo que pueda ayudar a generarlo.
Si verdaderamente quieres empezar a vivir mejor entonces cree en ello, confía en ello e implícate en que ocurra. Dicen que si lo crees lo creas así que por ahí hay que empezar, por desear mejorar y permitírselo.
Algunas personas vienen a consulta y me dicen cosas como: «Si es que… ya sé que mi error es darlo todo cuando quiero a alguien», «ya sé que debo dar menos» «es que soy tonto/a», «es que debo aprender a ser más desconfiado/a»…
Personalmente, no sé si mis amigos, conocidos o desconocidos psicólogos compartirán mi opinión, pero para mi, dar lo mejor de uno nunca puede ser una mala decisión, del mismo modo que tampoco lo es pensar bien de las personas de antemano.
Es evidente que el precio de entregarse es poder sufrir más de lo deseado, pero cada uno/a debe saber quién es y quién quiere ser, cada uno/a debe saber qué actos quiere que le definan, y cada persona debe pensar en qué debe hacer para ser consecuente consigo misma y por lo tanto poderse acostar cada día en paz. Los demás que se comporten como consideren, pero nosotros/as, independientemente de cómo puedan llegar a sorprendernos las conductas de algunas personas que pasan por nuestra vida necesitamos ser fieles a nuestro yo.
No te arrepientas de haber dado lo mejor de ti, que alguien no haya sabido apreciarlo no implica que haberlo dado haya sido una mala decisión.
No permitas que las conductas de otras personas modifiquen tu esencia, y menos aún si en realidad lo que en verdad desearías encontrar es una persona que viva la vida y las relaciones como tú.
(¡Cuidado! No olvidemos que darlo todo está fenomenal, sobre todo si eres de esas personas, pero recuerda que esa práctica nunca puede implicar quedarse sin nada). Entrega lo mejor de ti, pero no olvides cuidarte a ti también.
Mis pacientes muy probablemente conocerán ya esta frase, insisto mucho en ella en consulta, me parece tan cierta que siempre la recuerdo.
Hay muchas personas que se atreven a opinar o incluso a juzgar a otras personas o a otras parejas sólo por la imagen que perciben de ellas, como si eso tuviese que encajar a la perfección con la realidad… Lo cierto es que eso casi nunca suele ser así, la verdad es que la mayoría de las personas guardan para sí mismas sus propios secretos, (o los comparten con el/la psicólogo/a). Muchas personas dan una imagen que luego no coincide con la verdadera realidad de quiénes son, hay infinitas personas que parecen felices y no lo son, personas que parecen fuertes y no lo son, personas que aparentan tener una elevada autoestima pero que luego en realidad se quieren muy poco.
Personalmente no soy muy partidaria del hablar de los demás, ¿para qué? Se me ocurren muchas mejores maneras en las que invertir mi tiempo y mi energía, además ¡qué sé yo en verdad de la realidad de esa persona?, ¿Qué sé yo de lo que pasa en su interior?
En cualquier caso, aunque lo supiese todo a la perfección acerca de una persona, ¿qué pasa si alguien se equivoca a la hora de tomar decisiones? ¿acaso tú no te has equivocado nunca? ¿Qué pasa si alguien tiene una manera de entender el mundo y las relaciones distinta a la tuya? ¿Es tu manera de entender las cosas la única realmente válida?
Sería bueno que empezásemos a respetar más a las personas, que aprendiésemos a no juzgarlas, a no hablar mal de ellas, a no criticarlas y a no decidir desde nuestro prisma qué es lo que realmente necesitan.
Tendríamos que pensar que en realidad en todas las casas hay alguna que otra gotera, o la ha habido, o la habrá y que por lo tanto, bastante tenemos ya cada uno con lo nuestro como para perder tiempo en hablar de las goteras que los demás tengan. En mi opinión lo interesante es ocuparse de las de uno y sólo intervenir si nos lo demandan, evidentemente siempre desde el respeto, la aceptación y la verdadera empatía, ponernos en la piel del otro desde sus zapatos, no desde los nuestros, (solemos confundir el término).
Muchas personas se cuestionan qué hacer para que alguien vuelva a su lado, es evidente que en algunos casos la persona que se ha alejado de nuestra vida puede que lo haya hecho porque en su día nosotros no la estábamos valorando como merecía, en esos casos, entiendo que uno/a se plantee en un momento inicial qué hacer para intentar remediar ese despiste del pasado. Lo entiendo, y hay maneras de intentar rectificar, y tiene sentido tratar de llevarlas a cabo. Aunque también es verdad que eso debemos hacerlo si a día de hoy tiene sentido para nosotros intentarlo, no sería lógico mantener a alguien a nuestro lado sólo por no sentirnos solos o perdidos.
Una vez puestas en marcha todas nuestras armas para intentar recuperar esa relación, si la persona no accede a nuestras propuestas no nos tocará nada más que aceptarlo y seguir hacia adelante con nuestra vida, aprender de la experiencia y perdonarnos, tener compasión y no culparnos por los errores del pasado.
Ese es un caso en concreto, pero hay otros, en los que la persona quiere recuperar una relación en la que la otra persona no la valoraba lo suficiente, casos en los que la persona que se aleja lo hace no por cómo se ha comportado o dejado de comportar la otra persona sino simplemente porque quién es no le llena lo que espera para mantener una relación. En esos casos aunque nosotros hayamos dado lo mejor de nosotros no somos lo que la otra persona espera.
Hay veces en las que por mucho que podamos ser maravillosos no despertamos en alguien los sentimientos necesarios para que nos elijan, nos agrade o no, lo compartamos o no, nos haga daño o no ocurre. A veces somos la persona no elegida y otras veces somos nosotros quienes rechazamos la compañía de alguien. Como siempre digo, en la vida a veces somos cuchillo y otras herida, hay que aceptarlo como parte de la experiencia vital.
Cuando nos toca ser la herida, cuando somos nosotros los que vivimos ese rechazo nos guste más o menos nos toca trabajar en la aceptación, seguir con nuestra vida y enfocar nuestras energías en el día a día, en cuidarnos y en darnos el tiempo necesario pero sin parar de caminar hacia delante.
Muchas veces en ese caso la persona sólo se centra en cómo hacer para recuperar a la persona que ha decidido libre, voluntaria y conscientemente marcharse y, lo lamento, pero su propósito no parece tener mucho sentido, por no hablar del daño que esa meta puede ocasionarle.
Si nos dejan necesitamos trabajar más que nunca nuestra autoestima, no creer que somos poco valiosos porque alguien ha elegido seguir sus pasos sin nosotros como acompañante. Necesitamos valorarnos, desearnos lo mejor, confiar en nosotros, en la vida y en el tiempo y mirar hacia delante. Dicen que si te vas y no te detienen tienes que seguir caminando porque es evidente que has tomado una buena decisión. Perder a alguien duele, lo sé, a los psicólogos también nos pasa, pero sin duda duele mucho más perderse a uno mismo por querer recuperar a alguien que ha decidido irse.
Hay que quererse hasta que no cualquier compañía nos sirva. Quererse hasta que mendigar amor no entre en absoluto en nuestros planes.
Quererse hasta que sólo queramos compartir nuestro amor con aquellas personas que nos eligen porque no dudan de nuestro potencial.
Si sigues anclado/a a quién se fue, ¿a qué esperas para trabajar tu autoestima?
No tiene sentido no hacerlo.
Necesitamos aceptarnos, querernos, respetarnos y valorarnos.
Mark Twain decía que una persona no puede estar cómoda sin su propia aprobación, y tenía razón, sin duda para sentir calma con la vida primero deberemos trabajar la aceptación con nosotros/as mismos/as.
Aceptarnos no implica resignarnos, ni conformarnos, ni no poder cambiar aquello que podemos cambiar. Aceptarnos tampoco implica aprobar ni mantener aquello que no nos agrada y que podría ser de otra manera.
Aceptarnos conlleva NO juzgar nuestras decisiones del pasado con dureza, por el contrario, requiere que comprendamos que en aquel momento éramos quiénes éramos, sentíamos lo que sentíamos, veíamos lo que veíamos y sabíamos lo que sabíamos. No podemos criticar nuestras decisiones pasadas porque a día de hoy entendamos que tomaríamos otras si pudiésemos hacerlo, que a toro pasado todo pueda tener otra claridad no implica que por entonces la hubiese o que pudiésemos alcanzarla. No podemos criticar quiénes fuimos porque ahora seamos de otro modo, podemos, pero no tiene mucho sentido hacerlo, es más es bastante doloroso e improductivo.
Para aceptarnos necesitaremos observar nuestra historia por completo, no sólo centrarnos en aquellos episodios en los que entendemos que fallamos, es evidente que en otros muchos podemos estar orgullosos de nosotros/as mismos/as y merece la pena detenerse también en esos recuerdos.
Para aceptarnos deberemos entender que somos humanos, como todos, y que como tal, nos equivocamos y nos equivocaremos, «el que nunca se equivoca es porque nunca hace nada», no conviene negar esa realidad ni tampoco rechazarla.
Imagina que tienes un coche que te lleva a todas partes pero que ya empieza a darte algún que otro problemilla, quieres un coche nuevo, ¿tiene sentido que puedas quererlo?, sin duda sí, podemos desear un cambio, podemos quererlo e ir a por él, ahora bien, ¿tendría sentido que odiásemos nuestro coche actual, el que nos ha acompañado y permitido tantas aventuras y que lo maltratásemos sólo porque queremos uno nuevo que tiene algunas mejoras? ¿tendría sentido que como ahora queremos otro coche sólo viésemos lo malo del actual? El coche viejo no es solamente los problemillas que pueda habernos ocasionado en el último tiempo, es mucho más que eso.
No sé si os estoy liando, (espero que no), lo que quiero decir es que por mucho que queramos otra realidad, (que podemos quererla y colaborar para que ocurra), mientras vivamos la que vivimos es importante que la amemos, que aceptemos el momento que vivimos y que lo queramos también. Necesitamos aceptar quiénes somos, reconocer nuestras valías y hablarnos con amor, lo necesitamos porque sin eso sólo haremos que construir un nuevo yo que cada día nos gustará menos. Si queremos aceptarnos sólo nos queda tratar de dar lo mejor de nosotros cada día, y para poder hacer eso es esencial tratarnos bien, con cariño, respeto y aceptación.
Madurar es responsabilizarse del propio bienestar. Es entender que quererse bien es tomar la decisión de alejarse de todo aquello que nos hace sentirnos mal con la realidad o con nosotros mismos. Es asumir que esa decisión de cuidarse y de valorarse es nuestra, que nadie puede tomarla por nosotros, que o lo llevamos a cabo o nuestra realidad sólo hará que empeorar. Aunque le/la queramos, aunque nos atraiga, aunque tengamos miedo a la soledad, aunque lo que vamos conociendo sea peor que lo que tenemos, da igual, si no es para nosotros no lo es, si no nos aporta calma no tiene sentido que nos conformemos, si no nos da más bienestar no vale la pena seguir ahí, es momento de tomar decisiones responsables, adultas, maduras.
Hay que trabajar la autoestima, hay que empoderarse, darse cuenta de la valía personal y a partir de entonces entender la verdad de la vida, que no cualquier compañía vale, que la soledad no es peor que una mala compañía, que quererse implica alejarse de todo aquello que nos resta. Madurar es elegir, elegir bien, y sobre todo priorizarse por encima de cualquier miedo. El miedo a la soledad no puede ser mayor que el miedo a perderse a uno mismo. Elegir bien es cuidarse, es señal de salud personal, es consecuencia de una autoestima trabajada. Quieres quererte pero al mismo tiempo sigues al lado de alguien que no te hace saber lo que vales, a quién no admiras, eso es un poco incompatible. Si verdaderamente quieres estar bien contigo mismo empieza a elegir a quién le regalas tu tiempo. No cualquiera merece ese privilegio.